EN EL CENTRO DE ÍTACA




En el parque,
los poetas de mi pueblo
envejecen a la sombra de los árboles;
como ellos, echan hojas inútiles
que un barrendero terco desaparece,
el pobre, ni siquiera imagina
que cuando todos se hayan ido para siempre,
las hojas seguirán, allí, susurrando tempestades.