Carta de una amiga a manera de prólogo
Amigo Capeto: cada vez me gusta mas tu poesía. Aunque parezca increíble y suene a más de lo mismo, siento la madurez del poeta. No significo con ello, perfección literaria sino madurez del sentir, profundidad de expresión, fluidez, escritura desde el vacío. Me gustó el trabajo sobre todo por encontrarte en cada rinconcito de las palabras, en cada grito milenario increpando a los dioses y a los mitos para comprenderte en este tu tiempo sin tiempo. Me gustó tu sutil y erótico encanto para expresar el ritual del amor. Casi siempre las palabras no logran expresar el sentimiento, las emociones que despiertan los versos. A pesar de ello intento tejer con estos hilos inciertos, el sentir pues es lo único de lo que se puede hablar y es lo que cantas en tu bitácora con el fino y sutil bordado de la metáfora y el epíteto. Ese alguien misterioso que habita en el pasillo de tus venas, ese inquilino silencioso, ese misterioso habitante que te increpa como conciencia, es en realidad el mudo testigo de tu tránsito existencial. Gracias a él yo puedo gozar de tus versos, gracias a él, tu vuelves a tu cause literario con el abatimiento y la vacuidad que nos deja deambular por el árido territorio del mundo formal que se define en las cuatro paredes de eso que llaman oficina. Bienaventurado tu inquilino que te abre las puertas sagradas del misterio y la soledad, del dolor de los adioses, del asombro de los encuentros. Yo le diría gracias por traerme de nuevo la presencia inmemorial, sus rostros afables y sus mascaras aterradoras. Gracias por recordarme que somos ulises y penélopes abrazando la esperanza, por recordarme que un Polifemo nos habita, que el cielo y el infierno son parte de nuestro caminar.
Me regocijo con este nuevo trabajo y también por saber que cuentas con cómplices como Elena que te acompañan a tejer y a destejer las fibras de tu oficio de poeta.
Un abrazo.
Maria Cristina Ceballos Cano